Un
cuerpo flota en el Paraná. La corriente lo arrastra a la deriva frente
al Monumento a la Bandera, los restaurantes de la estación fluvial y la
delegación local de Prefectura. En el parque que bordea al río, los
atletas cruzan al trote ajenos a ese bulto que se mueve sobre el agua
marrón. Dos hombres que pescan sobre la barranca lo ven: está desnudo de
la cintura para arriba -viste solo un jean azul- y tiene la piel pegada
a los huesos, con manchas oscuras y mordeduras de dorados y palometas.
Los pescadores todavía no lo saben: es el cadáver de Franco Casco, un
albañil bonaerense de 20 años que fue torturado en una comisaría y
arrojado vivo al agua, al parecer, atado a algún elemento pesado que lo
mantuvo en el fondo durante más de tres semanas.
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