quarta-feira, julho 22

Uma Foto Por Dia


photo: rogério barroso. Foto nº 1770 - Terraços do Carmo.

sábado, julho 18

Tortura e impunidad en la Asociación Estadounidense de Psicología

Ha pasado más de un año desde que el Presidente Barack Obama reconoció que “inmediatamente después de los atentados del 11 de septiembre hicimos cosas equivocadas. Hicimos muchas cosas bien, pero torturamos a algunas personas”. El gobierno del predecesor de Obama, el Presidente George W. Bush, diseñó cuidadosamente los fundamentos jurídicos para permitir lo que denominó “técnicas mejoradas de interrogatorio”, que no es más que un eufemismo para referirse a la tortura. Del complejo carcelario de Estados Unidos en la Bahía de Guantánamo a los calabozos de Abu Ghraib en Irak y la base aérea de Bagram en Afganistán, cientos, quizá miles de personas fueron sometidas a tortura en nombre de la “Guerra contra el terrorismo”. A excepción de algunos soldados raso en Abu Ghraib, ninguna persona ha sido responsabilizada de esto. La única persona de jerarquía enviada a prisión por el programa de torturas fue John Kiriakou, no por haber practicado la tortura, sino por haberla denunciado como informante.
La apariencia legal con la que se cometieron estos actos atroces se fundó en gran medida en la cooperación de psicólogos profesionales que capacitaron y asesoraron a los interrogadores y supervisaron el proceso de “quebrar” de los prisioneros. Esta cooperación, a su vez, requirió la aprobación oficial de la Asociación Estadounidense de Psicología ( APA , por sus siglas en inglés), la mayor organización de psicólogos profesionales del mundo. En 2006, la Asociación Estadounidense de Psiquiatría junto con la Asociación Estadounidense de Medicina prohibieron que sus miembros participaran en interrogatorios militares. No así la APA .
Este mes, la APA publicó un sorprendente informe independiente que confirma lo que denunciantes y psicólogos disidentes han sostenido durante casi diez años: que la APA conspiró con el Departamento de Defensa de Estados Unidos y la CIA para manipular las políticas, reuniones y a los miembros de la asociación para lograr que la APA aprobara el programa de tortura del Pentágono. La junta directiva de la asociación encargó el año pasado la realización de una investigación independiente al ex fiscal federal adjunto David Hoffman. El informe de 542 páginas, conocido como “El informe Hoffman”, desmiente lo que la APA había afirmado en varias oportunidades: que ninguno de sus 130.000 miembros había sido cómplice de tortura.
Uno de los psicólogos disidentes es Stephen Soldz, catedrático de la Facultad de Psicoanálisis de Boston y cofundador de la Coalición por una Psicología Ética. “Desde al menos 2005 ha habido un gran debate en la asociación y entre colegas de la profesión acerca de la participación de psicólogos en los interrogatorios de seguridad nacional y en la práctica de la tortura", dijo Soldz en Democracy Now! tras la publicación del informe. 

segunda-feira, julho 6

Estados Unidos ha conseguido la guerra total

Era el verano de 2002. Los funcionarios más encumbrados de la administración Bush sabían que lo de Iraq era algo realmente grande. De momento, estaban en los planes pero esperaban la llegada del otoño para lanzar la campaña a todo gas para convencer al Congreso y el pueblo de Estados Unidos de que debían respaldarlos. Como dijo en ese momento el jefe del equipo de la Casa Blanca, Andrew Card, que supervisaba la venta de la invasión, “Desde el punto de vista del marketing, nunca lanzas un nuevo producto en agosto”.

Para ellos, no había que pensarlo tanto. ¿El poder militar estadounidense contra el destartalado ejército de Saddam? Aquello sería, como lo describió un fanático neocon, un “paseo”. De hecho, ya estaban pensando hacia dónde se volverían después. Como bromeaban los que estaban ala tanto de la cuestión, “Todos quieren ir a Bagdad; los hombres de verdad quieren ir a Teherán”. Sin embargo había una figura clave que tenía sus dudas. Según Bob Woodward, del Washington Post, el secretario de Estado Colin Powell le hizo esta advertencia al presidente: “Usted será el orgulloso dueño de 25 millones de personas. Será el dueño de todas sus esperanzas, aspiraciones y problemas. Será el dueño de todo”. Woodward señaló también que “en privado, Powell y Richard Armitage, secretario de estado adjunto, llamaban a esto la ‘Regla de la cacharrería’: ‘Lo que rompas es tuyo’”.

De hecho, la cacharrería no tenía reglas, pero cualquiera que fuera la regla pensada por Powell resultó ser el comienzo de algo que él no podía haber imaginado. Una vez que las cosas empezaron a ir desesperadamente mal, por supuesto, no había manera de volver atrás con la invasión y se comprobaría que el “título de propiedad” de Iraq era hereditario. El presidente que accedió al poder a continuación, en parte por haberse opuesto a la guerra y jurado que cuando llegara al Despacho Oval sacaría a los militares de Iraq para siempre, es ahora el dueño de la tercera guerra de Iraq, algo de lo que no se siente precisamente orgulloso. Y si ha habido una nación rota, esa nación es Iraq.

Al final, la regla de Powell se ha convertido en algo aplicable a cada país tocado por el poder militar de Estados Unidos en los últimos años, entre ellos, Afganistán, Yemen y Libia. En cada una de estas instancias, las esperanzas de Washington planearon muy alto. En cada una de estas instancias, el país quedó roto. En cada una de estas instancias, Estados Unidos acabó “adueñándose” de él de una manera cada vez más horrorosa. Lo peor de todo es que en ninguna de estas instancias, Washington pudo arreglárselas para terminar la lucha de algún modo, ya fuera utilizando unidades de Fuerzas Especiales, drones o –en el caso de Iraq– todos esos recursos a la vez y miles de instructores despachados para poner en pie a un ejercito quebrado, la criatura de la administración Bush en la cual se invirtieron 25.000 millones de dólares. El fracaso en todo el tablero sería la historia del siglo XXI de Washington en el Gran Oriente Medio y el norte de África; aun así, la única lección que aparentemente se ha aprendido es que –militarmente– ha de hacerse más, nunca menos.