El 8 de marzo volvimos a ser testigos y protagonistas de la
conmemoración de la trágica muerte de más de un centenar de mujeres
trabajadoras que ejercían su legítimo derecho de huelga y de lucha
laboral, al ser calcinadas en una brutal represión de parte de sus
patrones y con la venia muda de una sociedad de doble mortal como la
estadounidense.
Hoy, esa doble moral en torno a una lucha por la igualdad de los derechos de la mujer que inició muchos siglos antes en la antigua Grecia y que probablemente se dio paralelamente en muchos lugares del mundo occidental, sigue causando avances pero también mucha controversia, ignorancia, sumisión y hasta radicalismo.
Desde la “propuesta” del uso de una licuadora para erradicar “definitivamente” el órgano sexual masculino hasta proponer el 50 y 50 por ciento de igualdad entre hombres y mujeres en puestos laborales para 2030, que fue el exhorto oficial de la Organización de Naciones Unidas, y que también generó algunos debates. Ese día, denominado Día Internacional de la Mujer, en el que cada vez que las reivindicaciones de las luchas sociales, políticas, laborales, culturales de las mujeres se hacen escuchar fuerte y claro, los ataques de los sectores conservadores y misóginos que vienen mayoritariamente desde el Estado mexicano en los medios masivos de comunicación vendidos convierten ese día en un festejo para las “mujercitas” a las que hay que mandarles flores y tarjetas de felicitación este día invitando a la población a tratar a la mujer con “benevolencia”.
La práctica de la demagogia y el atole con el dedo ejercida por funcionarios de gobierno no tiene límites, por cinco minutos hablan de los derechos de la mujer, sin dejar de tratarla como un objeto, y regresan a sus casas a golpear a su esposas e hijas; se rasgan las vestiduras diciendo que se van hacer leyes sobre derechos de la mujer, sentados en los expedientes de cientos de miles de mujeres asesinadas, miles de desaparecidas, docenas de presas políticas y miles de mujeres presas por su condición social y de género por el simple hecho de serlo y que tienen años esperando a que se les haga justicia.
Hoy, esa doble moral en torno a una lucha por la igualdad de los derechos de la mujer que inició muchos siglos antes en la antigua Grecia y que probablemente se dio paralelamente en muchos lugares del mundo occidental, sigue causando avances pero también mucha controversia, ignorancia, sumisión y hasta radicalismo.
Desde la “propuesta” del uso de una licuadora para erradicar “definitivamente” el órgano sexual masculino hasta proponer el 50 y 50 por ciento de igualdad entre hombres y mujeres en puestos laborales para 2030, que fue el exhorto oficial de la Organización de Naciones Unidas, y que también generó algunos debates. Ese día, denominado Día Internacional de la Mujer, en el que cada vez que las reivindicaciones de las luchas sociales, políticas, laborales, culturales de las mujeres se hacen escuchar fuerte y claro, los ataques de los sectores conservadores y misóginos que vienen mayoritariamente desde el Estado mexicano en los medios masivos de comunicación vendidos convierten ese día en un festejo para las “mujercitas” a las que hay que mandarles flores y tarjetas de felicitación este día invitando a la población a tratar a la mujer con “benevolencia”.
La práctica de la demagogia y el atole con el dedo ejercida por funcionarios de gobierno no tiene límites, por cinco minutos hablan de los derechos de la mujer, sin dejar de tratarla como un objeto, y regresan a sus casas a golpear a su esposas e hijas; se rasgan las vestiduras diciendo que se van hacer leyes sobre derechos de la mujer, sentados en los expedientes de cientos de miles de mujeres asesinadas, miles de desaparecidas, docenas de presas políticas y miles de mujeres presas por su condición social y de género por el simple hecho de serlo y que tienen años esperando a que se les haga justicia.
Nenhum comentário:
Postar um comentário