En sintonía con los principios neoliberales y la doctrina del Banco
Mundial y el Fondo Monetario Internacional, los microcréditos se
expandieron con rapidez en los países del Sur en los años 90 del siglo
pasado. Por el mecanismo de cobrar tasas de interés del 100% o el 200% a
los prestatarios –generalmente pobres y en muchos casos mujeres-, se
convirtió a las personas empobrecidas en clientes endeudados. La
coartada para la supuesta ayuda era que, dado que se veían excluidos de
los préstamos de la banca tradicional, gracias las microfinanzas podrían
acceder al autoempleo e impulsar pequeños negocios. Y así saldrían de
la pobreza. “Una gigantesca patraña, como han demostrado el tiempo y las
evaluaciones empíricas”, afirma el sociólogo Carlos Gómez Gil, autor
del libro “El colapso de los microcréditos en la cooperación al
desarrollo”, editado en 2016 por Catarata y el Instituto de Desarrollo y
Cooperación (IUDC) de la Universidad Complutense.
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