Las cicatrices de cortes de navaja en las manos y el cuello de Leila, de
18 años de edad, dan testimonio de sus pasadas tentativas de suicidio.
La adolescente de Herat dijo a IWPR que se había sentido profundamente
deprimida tras su matrimonio con un hombre de 45 años.
“Mis padres me
casaron con un hombre mucho mayor que yo”, dijo. “Después comprendí que
eso no era lo que yo quería de la vida. Me tenía totalmente controlada,
me prohibía ir a todas partes y su injerencia en cada nimio detalle de
mi vida llegó a hacérseme insoportable. Me sentía tan mal que decidí
poner fin a mi vida tomando veneno, pero sobreviví. Lo intenté otra vez
más adelante con una navaja, pero me salvaron de nuevo.
Leila buscó tratamiento posteriormente para sus problemas de salud mental.
“Ahora me siento mejor después de tomar medicación y una larga serie de consultas de psicoterapia.”
Los
problemas de salud mental proliferan por todo Afganistán, alimentados
por el legado de más de tres décadas de conflicto. Los psicólogos
sostienen que son las mujeres las que soportan el peor peso del
problema.
Los expertos en la norteña provincia de Herat señalan
que las tasas de depresión están aumentando entre las mujeres,
impulsadas por factores que incluyen la violencia de género, la pobreza y
la problemática social asociada.
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