quinta-feira, fevereiro 23

El gobierno de Peña, ni quiere ni puede confrontar a Trump

Cuando el ejército mexicano al mando del general Pedro María Anaya -integrado en buena parte por ciudadanos- se rindió en la batalla de Churubusco el 20 de agosto de 1847, el general Twiggs le preguntó a Anaya por las armas y municiones de su ejército, a lo que el general mexicano respondió: “Si hubiera parque no estarían ustedes aquí.” Y pudo haber agregado, sin faltar a la verdad, que si las oligarquías mexicanas hubieran tenido una identidad nacional definida y actuado de manera organizada en aras del interés común, el ejército yanqui no hubiera logrado doblegar a México. Este hecho histórico parece hoy reeditarse con la llegada de Trump a la Casa Blanca, sólo que en lugar de ser una tragedia hoy no queda duda -gracias al afán integracionista inaugurado en 1994- de que es una farsa.
Las acciones del gobierno de Peña para simular la defensa de los intereses nacionales no pueden ocultar el hecho de que los dueños del dinero en México y su empleado estrella, el presidente de la república, no tienen parque para responderle a la amenaza naranja; peor aún, aunque lo tuvieran, seguirían insistiendo en las bondades de ser una colonia yanqui. A diferencia de la invasión militar en el siglo XIX, hoy el proyecto es profundizar su dominio al sur del Río Bravo utilizando todo lo que tengan a la mano para que México cumpla con las expectativas impuestas por los cambios en la dinámica geopolítica de su nuevo gobierno.
Más allá de la voluntad que pueda tener el gobierno de Peña para responder a la caballería de Trump-eta, lo que salta a la vista es que no tiene de donde echar mano para hacer más convincente su aparente defensa de la dignidad nacional. Ni puede contar con su partido político, movilizar a la población, pues ha abjurado en repetidas ocasiones de su filón nacionalista, ni cuenta tampoco con una equipo de diplomáticos a la altura de la circunstancias. Pero además, los intereses creados alrededor de la integración económica iniciada en los años ochenta tampoco favorecen la posibilidad de presentar un frente político unido y eficaz para salvarle la cara a Peña y su grupo.

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