Esta es una forma de terror íntimo que ha sido normalizada en su
magnitud y a través de la aceptación de su inevitabilidad en algunas
partes. Pero no es normal y no puede continuar. Más allá de los costos
personales inaceptables, se revelan profundos y perjudiciales fallos de
la sociedad que últimamente tienen un alto costo en la pérdida de
progreso en cada país.
Unimos nuestras voces a todos aquellos que dicen “Ni una menos” y
llamamos a acciones urgentes en todos los niveles, desde los gobiernos
hasta las personas que impulsan cambios, para prevenir que no haya ni un
solo asesinato más.
La violencia contra las mujeres y las niñas debe parar. Primero de todo, el reciente caso de femicidio de una adolescente en Argentina y el asesinato de una niña de 9 años en Chile no deben quedar sin castigo. Globalmente, la impunidad es un elemento clave en la perpetuación de la violencia y la discriminación contra las mujeres.
Si los hombres pueden tratar a las mujeres tan mal como quieran con pocas o ninguna consecuencia, ello niega todos los esfuerzos para construir un mundo que sea seguro para las mujeres y las niñas y en el que ellas puedan florecer. Globalmente, unas 60.000 mujeres y niñas son asesinadas cada año, con frecuencia como una escalada de violencia doméstica. Estudios nacionales en Sudáfrica y Brasil estiman que cada seis horas una mujer es asesinada por su compañero íntimo.
El hogar no es un refugio y es arriesgado para las mujeres denunciar a sus agresores. Salir al exterior también comporta peligros. Estudios recientes en Brasil indican que el 85 por ciento de las mujeres tienen miedo a salir a la calle. En Port Moresby, Papúa Nueva Guinea, en torno al 90 por ciento de mujeres y niñas han experimentado alguna forma de violencia sexual cuando acceden al transporte público. Como comunidad internacional hemos articulado fuertemente su espacio propio para una población pujante de mujeres y niñas, y las múltiples formas en que esto es mejor para todos.
La violencia contra las mujeres y las niñas debe parar. Primero de todo, el reciente caso de femicidio de una adolescente en Argentina y el asesinato de una niña de 9 años en Chile no deben quedar sin castigo. Globalmente, la impunidad es un elemento clave en la perpetuación de la violencia y la discriminación contra las mujeres.
Si los hombres pueden tratar a las mujeres tan mal como quieran con pocas o ninguna consecuencia, ello niega todos los esfuerzos para construir un mundo que sea seguro para las mujeres y las niñas y en el que ellas puedan florecer. Globalmente, unas 60.000 mujeres y niñas son asesinadas cada año, con frecuencia como una escalada de violencia doméstica. Estudios nacionales en Sudáfrica y Brasil estiman que cada seis horas una mujer es asesinada por su compañero íntimo.
El hogar no es un refugio y es arriesgado para las mujeres denunciar a sus agresores. Salir al exterior también comporta peligros. Estudios recientes en Brasil indican que el 85 por ciento de las mujeres tienen miedo a salir a la calle. En Port Moresby, Papúa Nueva Guinea, en torno al 90 por ciento de mujeres y niñas han experimentado alguna forma de violencia sexual cuando acceden al transporte público. Como comunidad internacional hemos articulado fuertemente su espacio propio para una población pujante de mujeres y niñas, y las múltiples formas en que esto es mejor para todos.
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