Acababan de nombrarme profesor titular del Instituto de Educación Superior Markfield, Reino Unido, en el otoño del 2000, cuando el nuevo
director, el Dr. Zaghlul Al-Najjar, me convocó a su despacho. Pasaba los
primeros días de su permanencia en el puesto familiarizándose con el
personal académico. Y era mi turno aquel día.
Tras unos cuantos comentarios iniciales, me entregó una copia de mi curriculum vitae
y me dijo: “Quiero que corrijas los errores que aparecen en él y me lo
traigas de nuevo”. Con curiosidad, estuve hojeando las pocas páginas del
CV y vi que había señalado con tinta roja cada frase escrita sobre
“Oriente Medio”. Educadamente, le pregunté: “Pero, ¿qué pasa con Oriente
Medio?” Me dijo: “Que no existe, que nunca ha existido”.
Eso,
en aquel momento, me pareció una broma. ¿Cómo podía cambiar el título de
mi libro “Islam y laicismo en Oriente Medio” o cambiar los títulos de
algunos de mis artículos, así como las muchas conferencias y seminarios
que he organizado o a los que he asistido? Sin embargo, el sentimiento
de rechazo expresado por el Dr. Al-Najjar, que de todos modos no es
científico político, es compartida por muchos activistas e intelectuales
de su generación que consideran que el Oriente Medio es una invención
colonial. Ellos creían que expresaba la visión de las potencias
coloniales de una región que fue, durante siglos y hasta el comienzo del
colonialismo, el corazón mismo de la Ummah, la comunidad global musulmana.
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