Para
ser completamente sincera, de entrada, yo no pretendía escribir una
biografía de Martin Luther King. Mi proyecto estaba destinado a un
editor estadounidense, y se trataba de realizar un estudio de la
“campaña de los pobres”, que fue el último proyecto de King, el que
tenía entre manos en 1968, consistente en superar la lógica de los
derechos civiles para pasar a la cuestión de los derechos humanos y de
una unión de los pobres, de un movimiento proletario más allá de la
cuestión racial. Esto me parecía fundamental, máxime cuando King fue
asesinado tres semanas antes de que arrancara la campaña.
Resulta
que, para el público francés, este tema era un poco demasiado traído
por los pelos. Mi editor en Seuil aconsejó mantener esta trama,
consistente en sacar a relucir las convicciones socialistas de King –que
no se conocían–, pero ampliando la perspectiva con el fin de presentar
la vida y el pensamiento de King desde su nacimiento hasta su muerte.
Escribir la historia política e intelectual de King pasaba por poner el
acento en sus ideas, que se elaboran en algún punto situado entre el
góspel social, la filosofía negra y el marxismo.
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