Las contradicciones, crisis, amenazas y situaciones crecientes de
reversibilidad de los procesos democráticos populares en Latinoamérica
colocan nuevamente en el centro de las reflexiones una interrogante
histórica: ¿Es posible transformar-superar la sociedad capitalista desde
adentro, o es necesaria una ruptura drástica mediante la toma del
poder?
La pregunta ‑como las respuestas-, condensa un largo debate
presente en el pensamiento y la acción socio-transformadoras desde
antes de los tiempos de Marx hasta la actualidad. Pero cualquiera sea el
posicionamiento político, las respuestas no pueden obviar
reconceptualizar lo que significa hoy “capitalismo”, “socialismo”,
“revolución social”, “toma del poder”, “¿cuál poder?”, construcción de
poder “desde abajo”, “democracia”, “hegemonía”, “lucha de clases”, entre
otros.
En dependencia de las respuestas, el mundo político de la
izquierda del siglo XX se dividía –grosso modo‑, entre reformistas
(cambios graduales) y revolucionarios (toma del poder). Eran
centralmente diferencias político-ideológicas que, invisibilizadas tras
una supuesta “cuestión de métodos”, planteaban –en síntesis‑ dos
concepciones estratégicas:
-Hacer reformas para mejorar el
capitalismo (“desarrollarlo”, para lograr que maduren las premisas
señaladas por Marx)[1], y luego “pasar” al socialismo (reformistas).
-Hacer
la revolución con un acto de ruptura ‑toma del poder‑, para luego
implementar los cambios propios de la transición al socialismo
dirigiendo la administración del Estado (leninismo: estatización como
medio de control total del metabolismo social).
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