El próximo domingo se develará una incógnita crucial para Ecuador y
América Latina y el Caribe. Será el “test ácido” cuyo resultado indicará
si se revierte la tendencia regresiva puesta de manifiesto por el
triunfo de Mauricio Macri en la Argentina y la ilegal deposición de
Dilma Rousseff en Brasil o si, por el contrario, los procesos que desde
fines del siglo pasado alteraron para bien el mapa sociopolítico de la
región transitan hacia su ocaso definitivo. Un triunfo de la fórmula
Lenin Moreno-Jorge Glas, derrotando a la poderosa derecha ecuatoriana
apoyada a través de mil tentáculos por el imperio, sería la alentadora
expresión de lo primero; su derrota bien podría ser el “canto del cisne”
del ciclo progresista y de izquierda y la antesala de un salvaje
retroceso económico, una marcada involución autoritaria y un proceso de
restablecimiento del orden neocolonial en el Ecuador, con profundas
repercusiones también en el plano internacional.
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