El ser humano en general no se
caracteriza por su tendencia a asumir los errores. Aun es más,
intentamos ocultar siempre que podemos todos aquellos acontecimientos de
cuyas consecuencias podríamos no salir muy bien parados. Nuestra propia
fragilidad nos delata y procuramos enmascarar dichos sucesos
solventando así la ardua tarea de enfrentarnos a cada pequeña
“tragedia”.
Es extraño, por tanto, que nos observemos asumiendo
con total naturalidad el último disparate cometido, o criticando
nuestra propia conducta en la inolvidable cena de navidad. Y así
también, se convierte en inusual que podamos llegar a anunciar que
estamos completamente desinformados, no vaya a ser que quedemos fuera de
juego en el próximo debate sobre el Islam.
Pero no debemos
tener miedo a expresarlo. Porque no solo estamos desinformados, sino que
además nos sentimos francamente desorientados.
La razón de
dicha desconexión de la realidad no es muy difícil de entender. El
esfuerzo que cualquiera de nosotros ha de acometer para saber qué sucede
en el mundo ha de ser mayúsculo. Y no lo dudéis en ningún momento,
agotador.
Nenhum comentário:
Postar um comentário