Casi desde sus inicios, la crisis del nuevo coronavirus, con epicentro
en China, se convirtió en algo más que un mero problema de salud
pública. A las acusaciones de ocultamiento de información y de mentir
intencionadamente se fueron sumando las teorías conspirativas. Lo cierto
es que los científicos y expertos en salud aun tienen muchas preguntas
por responder. Y ello es comprensible porque nos hallamos ante una nueva
enfermedad, cosa que a veces pasamos por alto. Ha habido en la primera
reacción china vacilaciones y actitudes que no son de recibo como la
amonestación del doctor Li Wenliang. Ahora bien, en buena lógica debemos
tener en cuenta que identificar y descifrar las características de un
nuevo virus no puede hacerse de un día para otro. Algo tan de sentido
común, hoy parece una obviedad revolucionaria.
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