A pesar del confinamiento físico e informativo al que nos vemos
sometidos desde hace unos días por el dichoso virus, nada es capaz de
frenar el cuestionamiento popular de una institución caduca,
antidemocrática y profundamente corrupta.
La
degeneración del anterior titular de la Corona adquiere tal magnitud
que ya ni los medios monárquicos son capaces de esconderla, pues van
aflorando como hidra de siete cabezas imposible de doblegar.
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