Y mientras escribía este borrador, los Angry Workers publicaban en su blog un artículo que muestra su satisfacción por haber encontrado unos textos
de 1969 de Solidarity, otras personas que, desde el descontento,
pretendían organizarse pero no institucionalizarse. Actuaban porque
estaban descontentos con sus sueldos y condiciones de trabajo, con el
producto final de su esfuerzo, con el sistema capitalista por tanto,
pero descontentos también con las burocracias sindicales que ya no les
representaban. Y, además, las gentes de Solidarity se autodefinían con
un convencimiento: “Ninguno de nosotros tiene control sobre las
circunstancias en las que nos vemos obligados a trabajar, ni ninguna
opción real sobre cómo nuestros trabajos o nuestras vidas pueden ser
mejor gestionadas”. Y volví a pensar contra mí mismo: las sensaciones de
los explotados se repiten, son cíclicas, suelen estar siempre dentro de
la lucha por la supervivencia y, de vez en cuando, experimentan un
brote de libertad.
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