Sucedió en Bonn el pasado domingo, 21 de enero. Había cerca de 650
delegados, la galería en el centro de congresos también estaba llena de
observadores. El suspense era casi visible, también entre los que se
manifestaban enfrente. Millones de personas en toda Alemania estaban
observando atentamente si la trayectoria futura del Partido Social
Demócrata (SPD), el partido político más antiguo de Alemania, tomaba una
nueva ruta. Los representantes del partido de los dieciséis estados
tenían que votar, a favor o en contra, de la renovación de la Gran Coalición
(en alemán “Grosse Koalition”, GROKO) con sus adversarios
tradicionales, al mismo tiempo que socios mayoritarios los últimos
cuatro años, la “Unión” -la Unión Demócrata cristiana (CDU) de Angela
Merkel y su rama bávara, la Unión Social cristiana (CSU), de
centro-derecha.
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