quarta-feira, dezembro 6

Ucrania, ardor nacionalista

El pasado septiembre de 2017 entró en vigor el Acuerdo de Asociación entre la Unión Europea y Ucrania, después de introducir las exigencias holandesas (expresadas tras un referéndum) de que el convenio no implicase que los ucranianos pudiesen vivir dentro del espacio comunitario, ni obligaciones militares de defensa por parte de la Unión, ni que fuese anuncio de una futura integración de Ucrania en Europa. El propio embajador comunitario en Kiev, el diplomático francés Hugues Mingarelli, advertía el mismo mes que el ingreso de Ucrania en la Unión Europea ni siquiera está en la agenda comunitaria. Mingarelli no es una figura menor: dirigió la delegación europea durante las negociaciones del Acuerdo de Asociación con Ucrania. Además, desde enero de 2016, se estableció entre ambas partes un área de libre comercio, que provocó la suspensión de otro acuerdo comercial entre Ucrania y la CEI, solicitada por Rusia, para evitar así la entrada en territorio ruso de productos de la Unión Europea, a través de Ucrania, sin el pago de aranceles. Ese Acuerdo de Asociación era un objetivo largamente acariciado por Kiev. Sin embargo, el insatisfactorio balance de los dos últimos años y el panorama que se abre han llevado al gobierno de Poroshenko a reclamar la revisión del Acuerdo con la Unión Europea. Mientras tanto, la implantación de criterios de la Unión Europea va a suponer la progresiva desindustrialización del país, cerrando los combinados industriales creados por la Unión Soviética, y su conversión en un estado predominantemente agrícola y suministrador de materias primas. Un incierto futuro.

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