Diciembre es un mes que, políticamente hablando,
pocas veces trajo buenas noticias para los argentinos. Desde la
recuperación de las formas democráticas –que no de la
consolidación de una verdadera democracia, tarea aún pendiente-
casi invariablemente cada fin de año vino signado por la
intensificación de los conflictos sociales y la respuesta represiva
de las “fuerzas del orden”.
La crisis de la deuda que agobiaba al gobierno de Raúl Alfonsín nutría sin respiro la protesta social. De las ruinas del experimento alfonsinista brotó un programa ortodoxo de ajuste estructural y estabilización dictado letra a letra por el FMI y el BM que, bajo la batuta del peronista neoliberalizado Carlos S. Menem, profundizó la explotación económica, la desigualdad y la exclusión sociales generando innumerables motivos de protesta que alcanzaban su cota más elevada a medida que se acercaba el fin de año.
La Alianza, ese matrimonio de conveniencia entre un sector del peronismo (el Frepaso) y el radicalismo lejos de abandonar esta ruta suicida persistió de la mano de Domingo Cavallo en llegar hasta el final del camino iniciado por Menem, pese a las reiteradas alertas de que el rumbo llevaba al abismo, al que se llegó precisamente en Diciembre del 2001 con su corralito y el saldo luctuoso de las jornadas de lucha del 19 y 20 de ese mes.
La crisis de la deuda que agobiaba al gobierno de Raúl Alfonsín nutría sin respiro la protesta social. De las ruinas del experimento alfonsinista brotó un programa ortodoxo de ajuste estructural y estabilización dictado letra a letra por el FMI y el BM que, bajo la batuta del peronista neoliberalizado Carlos S. Menem, profundizó la explotación económica, la desigualdad y la exclusión sociales generando innumerables motivos de protesta que alcanzaban su cota más elevada a medida que se acercaba el fin de año.
La Alianza, ese matrimonio de conveniencia entre un sector del peronismo (el Frepaso) y el radicalismo lejos de abandonar esta ruta suicida persistió de la mano de Domingo Cavallo en llegar hasta el final del camino iniciado por Menem, pese a las reiteradas alertas de que el rumbo llevaba al abismo, al que se llegó precisamente en Diciembre del 2001 con su corralito y el saldo luctuoso de las jornadas de lucha del 19 y 20 de ese mes.
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