La guerra total entre Casado y Ayuso está sacando a la luz algunas de las peores prácticas de corrupción y guerra sucia empleadas a lo largo de su historia por el principal partido de la derecha española, no sólo contra sus enemigos políticos sino también en su propio seno.
Llega además pocos días después del fracaso de su proyecto de obtener la mayoría absoluta en las elecciones anticipadas en Castilla y León; fue primera fuerza, pero con 31 escaños, lo que le obliga a encontrar una fórmula que le permita gobernar esa Comunidad sin tener que ceder a todas las exigencias que ya le está planteando Vox. Unas elecciones en las que este partido de ultraderecha ha visto consolidados los resultados que había ya alcanzado en las pasadas elecciones generales de 2019, pasando de 1 a 13 escaños, aunque con 10% menos de votos, mientras que el PSOE y UP han conocido un retroceso notable (bajaron de 35 a 28 escaños y de 2 a 1, respectivamente), principalmente en beneficio de Unión del Pueblo Leonés (con 3 escaños) y de Soria ¡Ya! (con otros 3), formaciones que han sabido canalizar el malestar popular ante unos desequilibrios territoriales cada vez mayores en el interior de esa Comunidad y a escala estatal.
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