Dicen los expertos en salud mental que no es recomendable pensar demasiado en futuribles pero he tenido una sospecha rondándome la cabeza durante todo el parón navideño. Hace unas semanas Pablo Iglesias escribía sobre la estrategia de los monárquicos para salvar a la monarquía: matar a Juan Carlos –en sentido figurado, evidentemente–. Pero, ¿y si la operación va más allá? ¿Y si la estrategia para hacer un lavado de cara a una institución ensuciada por las impunes corruptelas del emérito no pasa solo por reprochar esos comportamientos y diferenciar a Felipe VI de su padre? ¿Qué pasaría si los esfuerzos para mantener limpio e intachable al actual rey no fueran suficientes ante el descrédito de la institución y la tensión constituyente que se respira en España?
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