Durante la semana pasada, alertas urgentes sobre amenazas potencialmente letales a la democracia estadunidense incluyendo guerras civiles, golpes de Estado, terrorismo político y hasta neofascismo provinieron del propio presidente Biden –quien al marcar el aniversario del asalto al Capitolio se vio obligado a preguntar a sus paisanos: ¿Vamos a ser una nación que acepta la violencia política como lo normal?–, como también de los líderes de ambas cámaras del Congreso, de dos ex presidentes (Carter y Obama), de expertos en sistemas democráticos y sus crisis (incluyendo veteranos de servicios de inteligencia que evaluaban estas condiciones en otros países), de ex generales y de intelectuales reconocidos. Estas voces se sumaron al coro de alarma generado durante los recientes cinco años y que se intensificó durante las pasadas elecciones presidenciales que culminaron con, por primera vez en la historia del país, un presidente rehusando aceptar los resultados e intentando descarrilar el proceso constitucional incluso con un asalto violento del Capitolio de parte de sus seguidores hace un año.
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