quinta-feira, dezembro 28

"Todas las noches precisamos cerrar los ojos para soñar los nuevos sueños"

La palabra cine desde ya me suena conservadora. La imagen audiovisual tiene otras formas posibles además del cine. Estoy hablando de una nueva maquinaria de imágenes, de nuevos fantasmagorías, nuevas e insospechadas sombras electrónicas; mejor aún, luces electrónicas que, por ahora, apenas entrevemos. En el escenario de la inmensa sala 1 del Memorial de América Latina, iluminado sólo en la pequeña zona destinada al personaje en escena, Fernando Birri, de 81 años, contemplaba así el futuro, en su clase magna, hacia el final de la mañana del 14 de julio, luego de ser presentado a la platea por el presidente del Memorial, Fernando Leça.
A decir verdad, la mayoría de las personas reunidas allí para oírlo, de una franja etaria amplísima, entre menos de 20 y más de 80 años, conocía muy bien quién era aquella figura venerable de larga barba blanca, que recordaba a un profeta nordestino a los ojos de algunos o a León Tolstoi al mirar de otros. Porque para los aficionados del cine de autor (underground), fuera de la corriente comercial (mainstream), como era el caso de casi todos los presentes, el nombre de Birri, cineasta argentino pero ciudadano del mundo, conlleva nada menos que una metáfora de la capacidad de resistencia y de los múltiples renacimientos del cine latinoamericano, en más de cinco décadas. Con cierta frecuencia, a él se le atribuye la paternidad del Nuevo Cine Latinoamericano.

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