segunda-feira, dezembro 11

El pacifismo musculado

Las campañas electorales no son buenas para la inteligencia. En general, sacan lo peor de nosotros mismos, y cuando nos referimos a los partidos políticos exhiben mentiras intragables. Hemos abierto la campaña con genialidades diversas: desde el temor sobrevenido al pucherazo hasta la confesión de la siempre irritante Marta Rovira sobre los muertos que se evitaron por su buen hacer y su transigencia pacifista. Cada vez que habla esta mujer, y si es en castellano doblemente, uno toma conciencia de las peligrosas consecuencias de la inmersión lingüística. No se la entiende y confunde las concordancias como si en vez de vivir en Vic acabara de llegar de Kosovo.
No es que hable mal, es que no sabe expresarse y eso suele suceder cuando el carácter de ideas que maneja son tan pedestres que convierte en inevitable el que se exprese deficientemente, con ese gorgorito -tarannà, dirían por aquí- que la convierte en un personajillo recién recuperado para la política pero que aún no ha salido de lo suyo, funcionaria inveterada atenta a sus jefes. Habría que detenerse algún día en analizar por lo menudo cómo esta casta funcionarial de tercera fila ha llegado a copar unas responsabilidades que van mucho más allá de sus entendederas y que probablemente sean el germen del lío en que nos han metido a todos.

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