quinta-feira, dezembro 21

El inexplicable Procés: ideógrafos, ilusiones y trampantojos


1. ¿Cuántas toneladas de tinta, cuántas horas de radio y televisión, cuántos tuits ha consumido el Procés? Si ese gasto no es proporcional –como fácilmente se convendrá vistos los problemas que aquejan al planeta– a la enjundia del contencioso, habrá que indagar el porqué de tal derroche de atención. Además, si observamos tal sesgo en el cuánto (y en el cómo) tendremos razones para andarnos con cuidado en el qué (los contenidos, el relato).
2. ¿Cómo responder en cinco líneas a un corresponsal extranjero que quiere explicar a una audiencia desprevenida cómo hemos llegado hasta aquí?
No se puede atender cabalmente al aspecto subliminal del Procés que late en esas preguntas sin echar mano de dos disciplinas: una antigua, la sociología del conocimiento y otra reciente y que es en cierto sentido el reverso de la epistemología, la agnotología. Para avalar este enfoque partamos de una observación anecdótica. Una figura destacada (hoy lo es todavía más) del ámbito sindical aseveró: “El derecho a decidir, quien mejor lo puede interpretar es la sociedad catalana, que lo ha bautizado así. El derecho a decidir es hijo de la sentencia del Tribunal Constitucional [TC] sobre el estatuto de Cataluña. Si Cataluña quisiera decir otra cosa, lo diría”1. La declaración es a la vez sintomática, por el relieve y la ascendencia del emisor, y emblemática, porque presupone la asunción del núcleo duro del relato de los procesistas: la identificación entre secesionismo y sociedad catalana, la tesis de la responsabilidad del TC (léase, España) y la doble afirmación de que el derecho a decidir es un invento de la sociedad catalana y una consecuencia de la sentencia. Todas estas proposiciones son categóricamente falsas. Desde luego no ha habido rectificación y tampoco ninguna enmienda pública desde el sindicato que representa; una muestra añadida de la difusión capilar de esta narrativa de parte.

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