La decisión de varios gobiernos de todo el mundo de imponer prohibiciones de viaje a siete países africanos, a partir del 27 de noviembre, debido al descubrimiento de una nueva variante del Covid-19, Omicron, fue percibida como precipitada a los ojos de algunos y plenamente justificable por motivos médicos, en opinión de otros. Sin embargo, no se trata de una diferencia de opiniones.
La rapidez con la que se ha asfixiado a algunos de los países más pobres de África, como Botsuana, Lesoto y Zimbabue, resulta especialmente inquietante si se sitúa en un contexto adecuado sobre el impacto de la pandemia del Covid-19 en el Sur Global, en general, y en África, en particular.
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