Los índices de precios están alcanzando los niveles más altos de los últimos treinta años ante la pasividad de las instituciones que nos habían asegurado que son las únicas que podrían evitarlo, los bancos centrales.
A ellos se les encomendó garantizar la estabilidad de los precios y para conseguirlo reclamaron y consiguieron todos los privilegios y competencias posibles: disponen del personal más cualificado y bien retribuido que constantemente nos está diciendo que sabe lo que va a ocurrir en nuestras economías, ahora y en el futuro; son plenamente independientes para diseñar y ejecutar la política monetaria; tienen poder ilimitado para crear dinero y un control prácticamente absoluto sobre todo lo que ocurra en el sistema financiero.
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