El 27 de diciembre de 2007, Benazir Bhutto fue asesinada junto con otras
24 personas durante un acto electoral. Aspiraba convertirse en la
primera ministra de Pakistán por tercera vez. Dos meses antes, se había
salvado de otro atentado en el que murieron alrededor de 140 personas.
A
pesar de que el entonces presidente del país, el general Parvez
Musharraf, había modificado la Constitución para prohibir que los
primeros ministros sirvieran más de dos mandatos —como había hecho
Bhutto— y de que ella había huido del país acusada de malversación y
corrupción, Estados Unidos negoció su regreso a Pakistán para que
“ganara” las elecciones parlamentarias ignorando el rechazo de las
candidaturas rivales por la Comisión Electoral. El objetivo del régimen
de George Bush- Dick Cheney era dar una fachada civil y “democrática” a
la dictadura militar y a la vez repartir el poder entre distintos
sectores leales a los intereses de Washington. A cambio, Bhutto prometió
hacer de contrapeso a los generales y controlar al sector
antiestadounidense de los extremistas islámicos.
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