No hubo ruptura democrática con el franquismo, y por eso somos todavía un lugar nudoso, muy nudoso enredado en jirones de lo “atado y bien atado”, pero lo que ya urge, lo que no se puede posponer, es la corruptura. La ruptura con la corrupción.
Además de las huestes de Hitler y de Mussolini, hubo un grupo de voluntarios portugueses, los llamados “viriatos”, que apoyaron el franquismo en la guerra contra la República. Uno de ellos volvió al poco tiempo a Lisboa. Andaba caviloso y enojado, como quien no se ha quitado una espina mental. Pero callaba. Hasta que un día no aguantó más pullas y explicó la causa de su súbita renuncia bélica y el rápido retorno. No había sido por cobardía, no. Que nadie se confundiese.
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