domingo, julho 16

Por qué Palestina sigue siendo el problema

Cuando fui como un joven reportero por primera vez a Palestina en la década de 1969 me alojé en un kibutz. Las personas a las que conocí eran personas trabajadoras, llenas de energía y se llamaban a sí mismas socialistas. Me gustaron.
Una noche durante la cena les pregunté por las siluetas de personas que se veían a lo lejos, más allá de nuestro perímetro.
“Árabes”, dijeron, “nómadas”, casi escupiendo las palabras. Dijeron que Israel, refiriéndose a Palestina, había sido prácticamente una tierra baldía y que una de las grandes hazañas de la empresa sionista era lograr que verdeciera el desierto.
Pusieron el ejemplo de su cosecha de naranjas jaffa que se exportaba al resto del mundo, un triunfo frente a los caprichos de la naturaleza y la negligencia de la humanidad.
Era la primera mentira. La mayor parte los naranjales y de los viñedos pertenecían a palestinos que habían labrado la tierra y exportado naranjas y uvas a Europa desde el siglo XVIII. Los anteriores habitantes de la antigua ciudad palestina de Jaffa llamaban a la ciudad “el lugar de las naranjas tristes”.
En el kibutz nunca se usaba la palabra “palestino”. Pregunté por qué. La respuesta fue un silencio problemático.
En todo el mundo colonizado quienes nunca logran ocultar el hecho, y el crimen, de vivir en una tierra robada temen la verdadera soberanía de los pueblos originarios.
Como saben demasiado bien las personas judías, el siguiente paso es negar su condición humana a las personas. A eso sigue de forma tan lógica como la violencia el destruir la dignidad, la cultura y el orgullo de las personas.

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