La idea de que la historia nacional sirva para cultivar una ciudadanía nacional unida y orgullosa de serlo ha sido común desde el siglo XIX. Pero esta nueva ola resulta más agresiva e insidiosa.
Cuando Santiago Abascal cursó el BUP, a principios de los años noventa, aprendió en su clase de Historia que la Batalla de Covadonga –supuesto origen de la España cristiana– era un mito con poca base factual: una construcción ideológica puesta al servicio de intereses políticos. Casi 30 años después, en abril de 2019, se colocó debajo de la estatua de don Pelayo (y delante de las cámaras) para recitar el himno de la Virgen de Covadonga, celebrar al Cid y “la gran obra de la Hispanidad” en América, vilipendiar a los “políticos callados y avergonzados” ante las afrentas al prestigio nacional y advertir de que su partido nunca pedirá “perdón por las obras de nuestros mayores a lo largo de los siglos”, “guía de resistencia y de unos valores normales, asentados en el sentido común”.
Nenhum comentário:
Postar um comentário