En Arlington, cada ataúd norteamericano recibe en homenaje una salva de 21 cañonazos. Así lo hicieron con los últimos trece marines llegados desde Afganistán a finales de agosto de 2021.
El presidente Biden, que había recibido compungido los féretros en la base de Dover, mintió después sin rubor al mundo: afirmó que la retirada de Afganistán significaba el «fin de la era de las grandes operaciones militares para reconstruir países». Ni siquiera reparaba en que Estados Unidos es el causante de la destrucción de Iraq, Afganistán, Siria, Libia, países cuyas ciudades han sido devastadas por los bombardeos norteamericanos. Biden no recuerda Faluya o Bagdad, ni siquiera la ciudad siria de Baghouz que él mismo ordenó bombardear, causando una matanza.
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