terça-feira, maio 5

Parásitos

La gran cantidad de muertes evitables de las últimas semanas ha permitido que muchas personas tomen conciencia –y esa es una de las pocas cosas que hay que agradecer a la actual epidemia– de las enormes carencias de la sanidad pública y de que éstas son el resultado de un largo proceso de desmantelamiento. Y es obvio que el mortífero virus no es responsable de ello.
El Presidente del Gobierno ha llegado a plantear una «Reforma Constitucional para blindar la sanidad pública» y para «tener un sistema de salud mucho más fuerte». Su propuesta evidencia el inexistente valor práctico de los derechos sociales (sanidad, vivienda, educación, trabajo, etc.) reconocidos en la Constitución, más allá de haber servido de anzuelo a un pueblo incauto al que le hicieron creer durante la Transición que todo eso serviría para entrar en el paraíso del «estado del bienestar». Esas declaraciones no suponen más que un brindis al sol, dado que se necesita una mayoría de al menos de dos tercios del Parlamento para reformar la Constitución. Y es evidente que no va a contar con los votos, no sólo de la derecha, sino del propio PSOE, como veremos más adelante.

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