Hace cuarenta años moría Jean-Paul Sartre. Aunque el filósofo
francés mantuvo una relación íntima y prolífica con el mundo árabe,
Palestina fue una espina en su trayectoria intelectual y política.
El primero de junio de 1967, cinco años después de la independencia,
varios estudiantes argelinos queman los libros que tienen de Jean-Paul
Sartre, el gran amigo de su revolución. Josie Fanon, viuda del
psiquiatra y ensayista anticolonial Frantz Fanon, pide a la editorial
francesa Maspero que suprima el prefacio de Sartre a Los condenados de la tierra.
“Sartre y nosotros ya no tenemos nada en común”, declara Josie Fanon.
Al mismo tiempo Irak anuncia la prohibición de publicar toda su obra en
su territorio mientras que los intelectuales árabes que lo han
frecuentado abjuran de su amistad con el filósofo parisino.
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