quinta-feira, abril 20

Los refugiados sirios no son una bomba de relojería, sí en cambio la explotación a la que Líbano los somete

En la reciente conferencia que reunió en Bruselas a dirigentes mundiales para tratar del apoyo a los refugiados sirios en el Líbano, el primer ministro libanés Saad Hariri –en su primera gira oficial por Europa en su tercer mandato como primer ministro- habló del impacto negativo que tenían en la economía e infraestructura del país.
“Hay que invertir en esperanza… paz… y apoyo a la estabilidad [del Líbano]”, dijo Hariri. “No se trata sólo de ayudar a los refugiados sino que está también en juego el futuro del Líbano”.
Y después prosiguió con un tono menos recatado: La comunidad internacional debería aportarle al Líbano 10-12.000 millones de dólares en los próximos siete años; de no ser así, el Líbano se negaría a seguir acogiéndoles.
Al día siguiente, en un evento con la Cámara Internacional de Comercio de la Ruta de la Seda de Hong Kong en su sede en Beirut, pidió a China que invirtiera en el Líbano, dado el impacto de la crisis de refugiados. “Invertir hoy en el Líbano es facilitar la reconstrucción masiva de Siria”, dijo.
A pesar de que el gobierno se esfuerza en acordar una ley electoral que prácticamente amplía los mandatos de los parlamentarios por tercera vez, el viceprimer ministro y ministro de Sanidad, Ghassan Hasbani, anunció esta semana que iba a reunirse el miércoles [día 19] con los funcionarios del Banco Mundial en Washington DC para negociar más ayuda. El dinero, dijo en una conferencia de prensa, se utilizará para rehabilitar la infraestructura libanesa y su sector sanitario, entre otros.

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