Durante un tiempo he estado reflexionando sobre si escribir una reseña de la recién estrenada Wonder Woman
para despejar la capa de diversión de los libros de cómics y revelar
qué hay debajo de los inquietantes y no tan secretos mensajes políticos y
militaristas de la película.
Por lo general hay una multitud
ruidosa que se burla de tal revisión con gritos de "¡Alégrense! ¡Es sólo
una película!", como si la cultura popular no fuera popular ni
cultural, la banda sonora de nuestras vidas que modela lentamente
nuestras suposiciones y nuestros valores y lo hace a un nivel que rara
vez examinamos críticamente.
Mi argumento es que esta elogiada actuación de Gal Gadot -aparentemente una superheroína amante de la paz, Wonder Woman,
salida de la serie de comics- es en realidad una propaganda
cuidadosamente diseñada para alimentar con fuerza la agresiva
intervención militar occidental, disfrazada de humanitarismo, en
audiencias desprevenidas.
En resumen se trata de propaganda
directa para el complejo militar-industrial. Habría parecido idéntico si
hubiera sido redactado por un equipo conjunto del Pentágono y el
ejército de Israel.
Mi reticencia a revisar la película se ha levantado después de leer las últimas investigaciones de Tom Secker y Matthew Alford
sobre las múltiples maneras en que los servicios militares y de
seguridad estadounidenses interfieren en Hollywood, basándose en una
publicación de de 4.000 páginas de documentos bajo petición de Freedom of Information.
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