En la práctica totalidad del universo político y comunicativo vasco y
español defender hoy al gobierno venezolano y los progresos habidos
respecto a las condiciones de vida que el proceso de transformaciones ha
supuesto en ese país para las grandes mayorías populares, puede abocar
directamente al linchamiento. Ver supuestos debates en determinados
canales televisivos o tertulias radiofónicas, así como escuchar
declaraciones de la clase política tradicional es como oír un discurso
monotemático que no se sale ni un ápice de la supuesta verdad: Venezuela
es un régimen dictatorial y la oposición solo lucha por la democracia
perdida. Aunque para ser justos, más que el linchamiento de quien
disienta de ese discurso dominante, lo que prima hoy en día en esta
democracia ibérica es la invisibilización absoluta, no vaya a ser que
dar cabida a alguna duda razonable pueda abrir resquicios en el muro
político y mediático construido en estos años. El fin, evidentemente,
ahogar la más mínima objetividad sobre lo que está ocurriendo en ese
país latinoamericano. Sin duda, cualquier observador independiente podrá
apreciar el sustrato de tics coloniales que todavía subsisten y que la
vieja “madre patria” periódicamente saca a la luz con su íntimo
convencimiento de alumbrar el camino de todo un continente atrasado y no
civilizado, como si todo se hubiera quedado parado en el siglo XVI o
XVII.
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