Cuando se trata de “desmoralizar” a los pueblos en lucha no faltan los
moralistas de coyuntura siempre entrenados para asestar golpes
simultáneos a las golpizas económicas y las golpizas policiales. “Kit”
completo. Las grandes vertientes moralistas (clericales y legalistas)
lanzan sus denuedos axiológicos contra quienes rompen el “orden”. Porque
se trata de bajarles la guardia, demolerles las convicciones y los
entusiasmos… hacerlos sentir enemigos del “bien”. Fuerzas del mal. La
culpa serial.
No se privan de tentación alguna para maldecir y
ensuciar hasta las más incipiente luz de rebeldía social. Por un milagro
de resurrección cívica los moralistas del “establishment”, no importa
si son choferes de taxi, “amas de casa”, burócratas o vendedores de
enciclopedias… lanzan (por ejemplo) denuestos y maledicencias a los
cuatro vientos cuando un grupo organizado políticamente hace conocer su
malestar y sus denuncias con huelgas, paros o cortes de calles.
Los moralistas se encrespan y repiten al unísono un tendal de frases u
oraciones huecas sacadas del noticiero más cercano o de sus pares
también moralistas de pacotilla. Miran a la clase trabajadora como seres
de otra dimensión, como enemigos del “orden”, del “respeto” y del “bien
común” urbano o rural. Las luchas sociales son “engendros del demonio”,
perversiones del averno, amenaza contra la “paz” y las “buenas
costumbres” burguesas y, sobre todo, enemigas del “orden establecido”.
La sacrosanta (inexistente) civilidad entre hermanos citadinos es
amenazada por la barbarie de la lucha proletaria y eso indigna a los
“ciudadanos” guardianes de la moral burguesa.
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