La economía mundial está estructurada en torno al crecimiento: la idea de que las empresas, industrias y naciones deben aumentar la producción cada año, independientemente de si es necesario o no. Esta dinámica está impulsando el cambio climático y el colapso ecológico. Las economías de renta alta, y las corporaciones y clases adineradas que las dominan, son las principales responsables de este problema y consumen energía y materiales a ritmos insostenibles (1) (2).
Sin embargo, muchos países industrializados luchan ahora por hacer crecer sus economías, dadas las convulsiones económicas provocadas por la pandemia COVID-19, la invasión rusa de Ucrania, la escasez de recursos y el estancamiento de las mejoras de productividad. Los gobiernos se enfrentan a una situación difícil. Sus intentos de estimular el crecimiento chocan con los objetivos de mejorar el bienestar humano y reducir los daños medioambientales.
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