En Así habló Zaratustra, Nietzsche llamaba al Estado el
monstruo más frío; podríamos añadir que no hay Estado tan frío como una
tanatocracia. En estos momentos existen realmente muy pocos regímenes
tanatocráticos auténticos, pero incluso utilizando la definición más
estricta (aquí hacemos uso de la más imprecisa), Siria se clasifica como
tal sin ambigüedades. Siria es un Estado tanatocrático cuya
cleptocrática élite gobernante ha intentado mantener a toda costa su
gobierno recurriendo sin cortapisas al genocidio, torturando y
asesinando sistemáticamente a su pueblo a escala industrial utilizando
la muerte, directa e indirectamente, para administrar a la población a
través de una escalada de estrategias gubernamentales que van reduciendo
una demografía específica, destruyendo todas aquellas ecologías
sociales que cree alimentan la rebelión. La destrucción genocida o
desagregación de algunos grupos sociales por parte del Estado va
acompañada de una serie de esfuerzos para conseguir un ambiente
favorable a otras demografías consideradas compatibles con el imperativo
principal: la supervivencia de la élite gobernante.
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