Los días de verano son largos y calurosos en el Valle del Río Grande, la
fértil llanura fluvial que se extiende unos 160 km a lo largo de la
frontera entre Estados Unidos y México, en Texas, entre las ciudades de
McAllen y Brownsville. Este es el epicentro de la crisis de separación
familiar generada por el presidente Donald Trump, en la que al menos
2.047 niños fueron arrancados de los brazos de sus madres y padres y
permanecen encarcelados. El principal centro de detención de Brownsville
se erige en un antiguo local de Walmart. Su espacioso interior ya no
está lleno de productos elaborados por trabajadores de sueldos bajos en
fábricas de países remotos, sino de 1.400 niños encerrados en jaulas de
malla metálica y confortados solamente por mantas de emergencia de
poliéster. La agencia sin fines de lucro Southwest Key, que administra
este centro de detención, lo llama “Casa Padre”; un doloroso
recordatorio para los numerosos niños separados de sus progenitores.
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