Los principales actores de la región de Oriente Medio, desde Arabia
Saudí a Israel pasando por la Autoridad Palestina, se han unido en una
coalición de facto para convertir en totalmente insostenible la vida
diaria en Gaza, con el objetivo de doblegar definitivamente al
Movimiento de la Resistencia Islámica (Hamas), organización palestina
que gobierna la Franja desde hace diez años.
El Gobierno israelí ha
anunciado un nuevo recorte en el ya raquítico suministro de electricidad
a Gaza, que se suma al cierre en abril pasado de la única central
energética de la Franja por falta de combustible.
Esta medida podría
inscribirse perfectamente en el marco del bloqueo que impuso el Estado
sionista al considerado el mayor campo de concentración del mundo desde
que culminó su desconexión de la Franja de Gaza en setiembre de 2005. Un
bloqueo terrestre, aéreo y marítimo que desde entonces Israel ha
intensificado al máximo y que ha conjugado con cuatro operaciones de
castigo con bombardeos indiscriminados contra los civiles. Los
operativos militares, bautizados con el habitual sarcasmo de la fuerza
ocupante –cruel como pocos– como «Invierno Caliente» (2008), «Plomo
Fundido» (2009), «Pilar defensivo» (2012) y «Escudo Protector» (2014),
dejaron un saldo de 4.000 muertos, miles de heridos y la destrucción
total de sus infraestructuras.
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