En la reciente conferencia que reunió en Bruselas a dirigentes mundiales
para tratar del apoyo a los refugiados sirios en el Líbano, el primer
ministro libanés Saad Hariri –en su primera gira oficial por Europa en
su tercer mandato como primer ministro- habló del impacto negativo que
tenían en la economía e infraestructura del país.
“Hay que invertir
en esperanza… paz… y apoyo a la estabilidad [del Líbano]”, dijo Hariri.
“No se trata sólo de ayudar a los refugiados sino que está también en
juego el futuro del Líbano”.
Y después prosiguió con un tono menos recatado:
La comunidad internacional debería aportarle al Líbano 10-12.000
millones de dólares en los próximos siete años; de no ser así, el Líbano
se negaría a seguir acogiéndoles.
Al día siguiente, en un
evento con la Cámara Internacional de Comercio de la Ruta de la Seda de
Hong Kong en su sede en Beirut, pidió a China que invirtiera en el
Líbano, dado el impacto de la crisis de refugiados. “Invertir hoy en el
Líbano es facilitar la reconstrucción masiva de Siria”, dijo.
A pesar de que el gobierno se esfuerza en acordar una ley electoral que
prácticamente amplía los mandatos de los parlamentarios por tercera
vez, el viceprimer ministro y ministro de Sanidad, Ghassan Hasbani,
anunció esta semana que iba a reunirse
el miércoles [día 19] con los funcionarios del Banco Mundial en
Washington DC para negociar más ayuda. El dinero, dijo en una
conferencia de prensa, se utilizará para rehabilitar la infraestructura
libanesa y su sector sanitario, entre otros.
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