La tercera década del Siglo XXI se nos presenta dramáticamente, ya desde hace un año, con la pandemia por el coronavirus, con gravísimas secuelas de 124 millones de contagiados y casi 2,8 millones de muertes en todo el mundo, sin horizonte de solución inmediata.
El tema se agrava con una caída de la producción y circulación económica mundial, que impacta muy fuerte sobre la mayoría empobrecida de la población. Se trata de un cuadro que potencia la desigualdad social y agiganta la inequidad del “orden” capitalista. Cuando más se requiere de cooperación internacional, lo que sucede son respuestas “nacionales” de países que detentan el poder económico, profundizando la anarquía de la sociedad contemporánea, en una especie de “sálvese quien pueda”. La discriminación social también opera al interior de los países, más allá de su capacidad económica.
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