quinta-feira, março 4

«Cayó un tiro a mi lado, me puse de sangre como un Cristo»

 «Cayó uno de un tiro a mi lado. Lo cogí y lo metí con otro chico en un [Seat] 850 que estaba aparcado en frente. Me puse de sangre como un cristo. No sé ni quién era el del 850. Nos metimos por dirección prohibida. Nos pararon a golpes un montón de ‘grises’ y eso que llevábamos un pañuelo blanco avisando de que teníamos un herido. Estaba muy nervioso. Al final nos dejaron pasar y llegamos al hospital de Santiago. Allí también había un autobús lleno de ‘grises’. El padre de Romualdo [Barroso] me dijo que había ayudado a su hijo. Pero no puedo decir si era Romualdo. Me pegaron la paliza de turno, perdí el conocimiento y a las doce de la noche aparecí en el barrio de Txagorritxu, en casa de mi hermano».

Quien habla es Paco Lekuona, veterano de CCOO. A sus 87 años recuerda el 3 de marzo de 1976 en Vitoria, del que este miércoles se cumplen 45 años y que coincide con el anuncio de un memorial, «como si fuera ahora». «¡Todavía tengo la mente clara!», insiste al otro lado del teléfono. En aquella jornada, la Policía Armada franquista –solamente habían pasado tres meses desde la muerte del dictador– irrumpió con botes de humo y balazos en una asamblea de trabajadores en huelga que se celebraba en la iglesia de San Francisco del barrio obrero de Zaramaga. El templo estaba a rebosar y mucha gente se amontonaba fuera en una más de las movilizaciones laborales que se sucedían por la ciudad desde enero de ese año inicial de la Transición. La masacre se saldó con tres fallecidos esa jornada, Francisco Aznar (17 años), Pedro María Martínez Ocio (27 años) y el citado Romualdo Barroso, un joven extremeño de 19 años que residía en Errekaleor y falleció en el hospital. Días después murieron José Castillo y Bienvenido Pereda en Vitoria. En protestas en otros lugares la Policía mató a Vicente Antón (Basauri), Juan Gabriel Rodrigo (Tarragona) y Mario Marotta (Roma).

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