Fueron tres horas de interrogatorio para quienes durante 28 años dirigieron un partido que nos gobernó y que se financió de forma tramposa durante décadas. Tres horas de negaciones y balones fuera
José María Aznar López y Mariano Rajoy Brey juraron decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad, como si eso fuera algo posible para ambos a estas alturas de la vida, a estas alturas del caso que los sentaba ante la sala 1 de la Audiencia Nacional vía telemática. A pesar de las poquísimas expectativas puestas en que saltase alguna sorpresa –Rajoy ya se declaró anteriormente infanta total y Aznar sigue empeñado en batir la plusmarca mundial de no reconocer una mancha en su impecable biografía–, esta era la jornada estrella del juicio a la Caja B del PP. No todos los días dos presidentes del Gobierno se someten a las preguntas de un tribunal. A pesar de sus responsabilidades orgánicas en el partido, lo hacían ambos en calidad de simples testigos, como testigos son los peatones presentes en el lugar y el momento en el que se produce un accidente que a posteriori toca enjuiciar.
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