La nueva embestida del régimen de Donald Trump contra Venezuela y Cuba
se da en el caldeado marco de la 74 Asamblea General de la ONU (AGONU).
Allí el emperador hizo gala de su odio contra los gobiernos y pueblos
que no agachan la cabeza y defienden resueltamente el derecho a decidir
su destino sin interferencias externas. En este cuadro encajan las
calumnias y amenazas que profirió contra Caracas, La Habana, Managua y,
por supuesto, Teherán, y su vulgar ataque macartista contra el
socialismo y el comunismo. Aunque con retórica menos agresiva, amenazó
también a China y Rusia y presumió de encabezar la mayor potencia del
mundo, con un poderío militar insuperable, según dijo. Esa actitud
matonesca, la cotidiana vulneración por su gobierno del derecho
internacional y su desprecio por el combate al ya presente colapso
climático revelan una peligrosísima entraña neofascista del líder de un
Estado con miles de armas nucleares y que realiza la mayor contribución
en el mundo, por habitante, al calentamiento global. Ahora mismo, la
delictiva conducta hostil del magnate hacia Irán, antecedida de su
retirada del trascendental tratado 4 + 1, puede detonar un conflicto de
grandes proporciones en una zona repleta de bases militares, buques y
aviones de guerra de Estados Unidos, de gobiernos enemigos de la antigua
Persia armados hasta los dientes y por donde cruza el 30 por ciento del
petróleo en el mundo.
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