Una izquierda sin complejos. Eso es exactamente lo que necesitamos. Una
especie de Vox, pero de izquierdas. Está más que demostrado, por activa y
por pasiva, que una domesticación de la izquierda nunca ha traído
buenos logros. Más bien al contrario, al final únicamente ha servido
para convertirse en segundona del social-liberalismo, que es hoy día el
nudo gordiano de prácticamente todas las fuerzas políticas, el núcleo
sobre el que giran las políticas mayoritarias, diríamos la práctica
totalidad de ellas. La derecha lo tiene muy claro: no existen complejos.
Ofrecen sus políticas, sus medidas y sus soluciones racistas,
homófobas, capitalistas, incluso franquistas. No pasa nada. Levantan la
voz y lanzan exabruptos que no se escuchaban desde los tiempos del
dictador. Y mientras, la izquierda actual, la parlamentaria, intenta
suavizar sus medidas, hacerlas más “razonables”, más moderadas,
restarles radicalidad. Una aureola de miedo tilda las medidas de la
izquierda, como intentando no molestar mucho al gran capital. Son tan
ingenuos que no se percatan de que el gran capital va a intentar siempre
que la verdadera izquierda no gobierne nuestro país, que es lo que
lleva haciendo desde el franquismo. El discurso dominante para Cataluña
no pasa de la cordialidad y las buenas intenciones, pero dentro del
constitucionalismo. Tampoco se dan cuenta de que hay que romper con él
para liberar a los pueblos que forman el Estado Español.
Nenhum comentário:
Postar um comentário