Los movimientos de masas que obligaron a la retirada de Mubarak revelan a la vez la fortaleza y las debilidades de los levantamientos espontáneos.
Por una parte, los movimientos sociales han demostrado su capacidad para movilizar a cientos de miles de personas, quizás millones, en una exitosa lucha sostenida que culminó con el derrocamiento del dictador de una manera que los partidos de oposición y las personalidades preexistentes no pudieron o no quisieron hacer.
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