Pablo Casado anuncia que se larga con las siglas a otra parte. El Partido Popular abandona Génova 13, casa grande de la Santísima Derecha Española desde 1983. Sorpresa del tamaño de una fachada de Chamberí. Con razón. En estas décadas el PP nos tenía acostumbrados a numerosos viajes ideológicos que nunca llegaban, pero nunca nadie contó con ser testigo de un viaje real, un viaje físico. De la puesta en marcha de una novedosa estrategia política que ha cogido descolocados a los más prestigiosos politólogos, desconocedores del movimiento de ajedrez para distraer fracasos conocido como La Mudanza. Cariño, ¿limpiaste la cocina y bajaste la basura? Mira, métete en idealista, que nos vamos. El anuncio de Casado ha provocado un sentimiento de sentido cachondeo unánime y generalizado de izquierda a derecha. Un consenso nacional que tal vez no se lograba desde el gol de Iniesta contra Holanda. Algún tipo de trauma infantil no identificado, sin embargo, me hace ponerme de parte de quien se ha quedado solo en la imprevisible jugada. Hay, en el movimiento de Casado, cierta valentía posh. Para entenderlo hay que ponerse gafas de familia bien. En ambientes de clase alta no hay mayor acto de rebeldía, no hay mayor golpe en la mesa familiar, que demostrar el control sobre las tierras y las propiedades. En círculos de alta alcurnia, un movimiento como el de Pablo Casado es entendido como una sacada de navaja anunciando que se está dispuesto a todo con tal de mantener el poder interno. Que quien manda es él y que está dispuesto a vender la finca de Falcon Crest si hace falta. Una renuncia al pasado similar a la que vimos teatralizar, vía comunicado de la Casa Real, a Felipe VI renunciando a su herencia. Las revoluciones internas posh se hacen vía herencia y propiedades.
Nenhum comentário:
Postar um comentário