Hasta el momento la política exterior de Joe Biden no difiere radicalmente de la de Trump. De hecho, su primera medida –reconocer al supuesto presidente no electo de Venezuela, Juan Guaidó– ha sido tan penosa como cualquiera de las adoptadas por Trump. Suscita el espectro de los golpes de Estado, asesinatos y cambios de régimen promovidos por la CIA y de las revoluciones de color orquestadas por Washington, que dos de los cargos nombrados para política exterior, Victoria Nuland y Samantha Power, acogieron entusiastas en el pasado. Está claro que estos golpes promovidos por EE.UU. son la antítesis de la democracia y su resultado completamente previsible es la destrucción de países enteros; pero así ha sido como EE.UU. ha ejercido su poder en el mundo (principalmente en el Sur global) desde, al menos, el inicio del siglo XX.
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